martes, 1 de noviembre de 2011

¿LIBERTAD DE PRENSA?

*Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 21
de octubre de 2011*
*Este artículo critica la falta de cobertura de temas de fraude fiscal por
parte de los medios de mayor difusión del país, resultado de la enorme
influencia que la banca tiene sobre tales medios, siendo la banca y los
banqueros algunos de los que contribuyen más a tal fraude.*
El New York Times ha ido publicando una serie de artículos sobre Emilio
Botín, presentado por tal rotativo como el banquero más influyente de
España, y Presidente del Banco de Santander, que tienen inversiones
financieras de gran peso en Brasil, en Gran Bretaña y en Estados Unidos,
además de en España. En EEUU el Banco de Santander es propietario de
Sovereign Bank.
Lo que le interesa al rotativo estadounidense no es, sin embargo, el
comportamiento bancario del Santander, sino el de su Presidente y el de su
familia, así como su enorme influencia política y mediática en España. Un
indicador de esto último es que ninguno de los cinco rotativos más
importantes del país ha citado o hecho comentarios sobre esta serie de
artículos en el diario más influyente de EEUU y uno de los más influyentes
del mundo. Es de suponer que si se escribieran artículos semejantes, por
ejemplo, sobre el Presidente Zapatero, tales reportajes serían noticia. No
así en el caso Emilio Botín.
Una discusión importante de tales artículos es el ocultamiento por parte de
Emilio Botín y de su familia de unas cuentas secretas establecidas desde la
Guerra Civil en la banca suiza HSBC. Por lo visto, en las cuentas de tal
banco había 2.000 millones de euros que nunca se habían declarado a las
autoridades tributarias del Estado español. Pero, un empleado de tal banco
suizo, despechado por el maltrato recibido por tal banco, decidió publicar
los nombres de las personas que depositaban su dinero en dicha banca suiza,
sin nunca declararlo en sus propios países. Entre ellos había nada menos que
569 españoles, incluyendo a Emilio Botín y su familia, con grandes nombres
de la vida política y empresarial (entre ellos, por cierto, el padre del
President de la Generalitat, el Sr. Artur Mas).
Según el New York Times, esta práctica es muy común entre las grandes
familias, las grandes empresas y la gran banca. El fraude fiscal en estos
sectores es enorme. Según la propia Agencia Tributaria española, el 74% del
fraude fiscal se centra en estos grupos, con un total de 44.000 millones de
euros que el Estado español (incluido el central y los autonómicos) no
ingresa. Esta cantidad, por cierto, casi alcanza la cifra del déficit de
gasto público social de España respecto la media de la UE-15 (66.000
millones de euros), es decir, el gasto que España debería gastarse en su
Estado del Bienestar (sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios a
personas con dependencia, y otros) por el nivel de desarrollo económico que
tiene y que no se gasta porque el Estado no recoge tales fondos. Y una de
las causas de que no se recojan es precisamente el fraude fiscal realizado
por estos colectivos citados en el New York Times. El resultado de su
influencia es que el Estado no se atreve a recogerlos. En realidad, la gran
mayoría de investigaciones de fraude fiscal de la Agencia Tributaria se
centra en los autónomos y profesionales liberales, cuyo fraude fiscal
representa –según los técnicos de la Agencia Tributaria del Estado español-
sólo el 8% del fraude fiscal total.
Es también conocida la intervención de autoridades públicas para proteger al
Sr. Emilio Botín de las pesquisas de la propia Agencia Tributaria. El caso
más conocido es la gestión realizada por la ex Vicepresidenta del Gobierno
español, la Sra. De la Vega, para interrumpir una de tales investigaciones.
Pero el Sr. Botín no es el único. Como señala el New York Times, hace dos
años, César Alierta, presidente de Telefónica, que estaba siendo
investigado, dejó de estarlo. Como escribe el New York Times con cierta
ironía, “el Tribunal desistió de continuar estudiando el caso porque, según
el juez, ya había pasado demasiado tiempo entre el momento de los hechos y
su presentación al tribunal”. Una medida que juega a favor de los
fraudulentos es la ineficacia del Estado así como su temor a realizar la
investigación. Fue nada menos que el Presidente del Gobierno español, el Sr.
José Mª Aznar, que en un momento de franqueza admitió que “los ricos no
pagan impuestos en España”.
Tal tolerancia por parte del Estado con el fraude fiscal de los súper ricos
se justifica con el argumento de que, aún cuando no pagan impuestos, las
consecuencias de ello son limitadas porque son pocos. El Presidente de la
Generalitat de Catalunya, el Sr. Artur Mas, ha indicado que la subida de
impuestos de los ricos y súper ricos tiene más un valor testimonial que
práctico, pues su número es escaso. La solidez de tal argumento, sin
embargo, es nula. En realidad, alcanza niveles de frivolidad. Ignora la
enorme concentración de las rentas y de la propiedad existente en España (y
en Catalunya), uno de los países donde las desigualdades sociales son
mayores y el impacto redistributivo del Estado es menor. Los 44.000 millones
de euros al año que no se recaudan de los súper ricos por parte del Estado
hubieran evitado los enormes recortes de gasto público social que el Estado
español está hoy realizando.
Pero otra observación que hace el New York Times sobre el fraude fiscal y la
banca es el silencio que existe en los medios de información sobre tal
fraude fiscal. Tal rotativo cita a Salvador Arancibia, un periodista de
temas financieros en Madrid, que trabajó para el Banco Santander, que señala
como causas de este silencio el hecho de que el Banco Santander gasta mucho
dinero en anuncios comerciales, siendo la banca uno de los sectores más
importantes en la financiación de los medios, no sólo comprando espacio de
anuncios comerciales, sino también proveyendo créditos –aclara el Sr.
Salvador Arancibia- “….medidas de enorme importancia en un momento como el actual, donde los medios están en una situación financiera muy delicada”.
De ahí que tenga que agradecer al diario que se atreva a publicarlo, porque
hoy, artículos como los que publica el New York Times y el mío propio, no
tienen fácil publicación en nuestro país. Es lo que llaman “libertad de
prensa”.

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