martes, 10 de julio de 2012

Intelectuales y artistas por el compromiso ANA MORENO SORIANO Hace unos meses empezamos a imaginar lo que podría ser un encuentro de escritores, intelectuales y artistas para debatir sobre la cultura como parte de la lucha ideológica. Esa idea ha ido tomando cuerpo y, en el próximo Otoño, se celebrará en Madrid el Congreso de escritores, intelectuales y artistas por el compromiso, convocado por una serie de personas y entidades, bajo el lema “Un impulso transformador de la cultura y la lucha ideológica”. En primer lugar, quiero resaltar la buena acogida que esta iniciativa ha tenido en amplios sectores de la izquierda política y social; parece evidente que la crisis provocada por el sistema capitalista para ajustar su tasa de ganancia y para recortar los derechos conquistados por los trabajadores, ha generado un profundo malestar en el mundo de la cultura que, al margen de opiniones o tomas de posición personales, demanda tiempos y espacios de debate para combatir la hegemonía de los valores conservadores. Éste es, por lo tanto, un buen momento o mejor, un momento crítico, para volver a la cultura del compromiso explícito, de los intelectuales y artistas que piden la paz y la palabra para denunciar, para señalar y para construir desde abajo y con los de abajo, un mundo a la medida de las personas y en armonía con la naturaleza. En segundo lugar, queremos recordar con este Congreso a otro que tuvo lugar hace setenta y cinco años, en plena guerra civil y que se inauguró en Valencia, zona republicana, el cuatro de julio de mil novecientos treinta y siete: era el Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura –el Primero había tenido lugar en París dos años antes- y reunió a más de un centenar de escritores de todo el mundo comprometidos en la defensa de la libertad que levantaron una voz unánime de solidaridad con España, en guerra contra el fascismo internacional, que estaba defendiendo con gran dignidad los valores de libertad, justicia y democracia del gobierno legítimo de la Segunda República. Allí estaban Ilya Ehrenburg y Bertolt Brecht, Nicolás Guillén y César Vallejo, Pablo Neruda y Louis Aragon, María Teresa León, Antonio Machado, Miguel Hernández, Ramón J. Sénder, Rafael Alberti y el recuerdo doliente de Federico García Lorca, asesinado un año antes… El Congreso que vamos a celebrar dentro de tres meses no es, obviamente, un Congreso de la Memoria Histórica aunque ésta sea, como dice Felipe Alcaraz, el lugar al que siempre podemos regresar; es, como decía antes, un recuerdo y un homenaje a aquellos escritores que se enfrentaron a la barbarie fascista, al tiempo que debatían, porque no eran ni son asuntos distintos, el papel del escritor en la sociedad, la libertad y la dignidad de las personas, la creación literaria o la manera de reforzar los lazos culturales entre los pueblos. La diferencia con aquella situación es que entonces el adversario político, el enemigo de clase, tenía un rostro feroz reconocible y reconocido y en esta fase postmoderna del capitalismo avanzado, el capital ha desarrollado de tal manera sus estrategias de coacción que es tan fácil como peligroso abrazar las tesis de los ideólogos del poder e imaginar que todos vamos en el mismo barco, ignorando que arriba están los camarotes de lujo y abajo los remeros. Se trata, por lo tanto, de desenmascarar la ideología dominante como neutral y moderna y de construir un discurso ideológico para la transformación social, lejos del posibilismo y frente a las teorías de los vencedores. Tratemos de despejar el lugar que ocupan los escritores, intelectuales y artistas en el panorama actual, caracterizado por una lucha de clases cada vez más encarnizada y con unas instituciones democráticas cada vez menos representativas; profundicemos en el concepto alternativo de cultura, como un instrumento para el cambio real; analicemos la posibilidad de una literatura y un arte “otros”, frente a la norma hegemónica y la imposición del mercado. Recordemos, en fin, a Antonio Machado, su definición de poesía como “palabra en el tiempo”, y vivamos, también en este tiempo y como él, a la altura de las circunstancias.

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